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Bitácora de la lluvia III

Updated: Jun 10

Día 28.

No esperaba el sonido.


Un golpe seco en la puerta. No fuerte, no insistente. Solo lo suficiente para hacerme dudar si era real o si lo había imaginado.


Me acerqué con cautela, con la certeza de que nadie llamaba a mi puerta. No desde hace mucho tiempo.


Cuando abrí, ahí estaba ella.


No llevaba el paraguas rojo. No llevaba nada. Solo el agua en su cabello, el viento frío en su piel y una expresión que no pude descifrar.


No pregunté cómo me encontró. No pregunté por qué estaba aquí.


—¿Quieres entrar? —dije.


Y ella lo hizo.


Día 30.

El vino sabe distinto cuando no se bebe solo.


Hablamos. No sobre la lluvia, no sobre él. No sobre nada que importara y, al mismo tiempo, sobre todo lo que importaba.


—Siempre quise ver la ciudad desde aquí —dijo, apoyándose en el balcón.


—No es tan diferente de allá abajo.


—Sí lo es. Desde aquí parece que todo tiene sentido.


Quise decirle que nunca tuve la impresión de que ella buscara sentido en nada. Pero no lo hice.


Dejé que la primavera hiciera su trabajo.


Día 35.

Llevaba días sin llover.


Su presencia en mi espacio ya no me parecía irreal. Se movía con la familiaridad de alguien que había estado aquí siempre, aunque su sombra aún me resultara ajena.


No hablábamos del pasado. No hablábamos del futuro. Solo de los días que avanzaban como si fueran los últimos, aunque ninguno lo dijera en voz alta.


Hasta que alguien tocó la puerta.


Día 35.


Un segundo toque a la puerta.


El sonido fue más fuerte esta vez.


Ella me miró. Yo la miré.


Nadie se movió.


Esperé. La sensación era la misma que aquella noche bajo la lluvia, cuando le grité al hombre sin paraguas y él no volteó. Como si lo inevitable estuviera detrás de la puerta y la única opción fuera abrir o esperar a que entrara por su cuenta.


El aire se volvió pesado.


Un tercer golpe.


—No abras —susurró ella.


Pero ya estaba en movimiento.


Mi mano tocó su palma.


La puerta se abrió.


(Silencio.)


Un disparo.


Fin.

 
 
 

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