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La Guerra: Suelten los Estrechos

La paz es simple. O lo sería, si los imperios aceptaran la realidad en vez de disfrazarla con retórica de principios inquebrantables. Todos saben lo que Rusia quiere, lo que siempre ha querido: acceso seguro y soberano al mar. Un puerto estable en Ucrania oriental, sin depender de la voluntad de Turquía o de sanciones arbitrarias impuestas por burócratas occidentales. Y todos saben que Ucrania, sola, no puede sostener esta guerra indefinidamente.


Pero aquí estamos, atrapados en un juego donde las reglas importan menos que la voluntad de los jugadores. Donde la OTAN insiste en líneas rojas mientras Rusia avanza con la certeza de que no hay vuelta atrás. Donde la diplomacia es una farsa y la soberanía de las naciones pequeñas es solo una ficha más en el tablero.


Si de verdad quieren paz, la solución está sobre la mesa. Suelten los estrechos. Cierren el libro de agravios históricos y reconozcan la geopolítica como lo que es: un mercado de trueques y concesiones. Ucrania podría ceder una franja costera y a cambio recibir garantías reales de seguridad, inversión y reconstrucción. Rusia obtendría lo que busca sin necesidad de una guerra total. Turquía dejaría de jugar a ser el portero de Europa. Y Estados Unidos, si es que todavía sabe lo que es la prudencia estratégica, podría dejar de alimentar un conflicto que no está preparado para enfrentar directamente.


O podemos seguir pretendiendo que esta guerra es por la democracia y no por la posición de los barcos en el mapa. Podemos seguir acumulando muertos mientras los políticos repiten discursos heroicos escritos en oficinas con aire acondicionado. Podemos seguir empujando hasta que no haya más espacio para la negociación, solo para darnos cuenta demasiado tarde de que un incendio en el Mar Negro puede consumir al mundo entero.


Si quieren paz, suelten los estrechos. Dejen de jugar con fuego.

 
 
 

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